cuento3

 Hace tiempo ya, escribí unas palabras en un papel. Cuando lo vio mi madre no le prestó atención. Mi padre lo leyó, se preguntó que había querido decir, y siguió de largo. Mi perro se lo quiso comer. A un hermano le causó gracia, y el otro, que todavía no sabe leer, fue el que más tiempo le dedico.  Unos días más tarde, lo dejé en la mesa de una cafetería, de donde escapó volando. Ese fue mi último contacto con él. Comenzó a formar parte del paisaje urbano, indiferente para la mayoría, exhibido solo para esos pocos que pudieran y supieran contemplarlo. 

Desacostumbrado a la caótica libertad, acabó en el último vagón de un tranvía perdido, donde fue rescatado por un hombre optimista, que se convenció de que dios le había hecho llegar ese mensaje tan importante que permitió aclarar sus pensamientos e inquietudes. Le apenaba que algo tan poderoso y significativo haya sido invisible para todas las personas, destinado a ser basura en un mundo terrenal que no lo valoraba. Profundamente conmovido y con la seguridad de estar haciendo lo correcto, decidió obsequiárselo al cura de su iglesia, que por respeto lo recibió y lo dejó en su escritorio, olvidándose del tema.

Durante años quedo en el olvido, hasta que reapareció durante una reunión en la casa de nuestro conocido el cura. Un viejo obispo fijo su atención en el papel, que funcionaba como señalador en una biblia ancestral. En el momento en que lo leyó, un espanto paralizador le recorrió el cuerpo. ¿Cómo habían llegado ahí esas palabras tan monstruosas? Los sacerdotes se le acercaron, extrañados ante su reacción frente a esa hoja inofensiva. El anciano, poseído por la verdad y con un hilo de voz, iluminó a sus compañeros sobre el peligro que representaba ese discurso, acto después del cual se desplomó. En forma unánime se expulsó al cura herético de la congregación y se envió al protagonista de la historia en un barco hacia África, con instrucciones de hacerlo desaparecer.

Llevado por barcos, palomas, carretas y elefantes, el desgraciado atravesó interminables ríos y desiertos hasta llegar a un pueblo en Sierra Leona, donde se instaló en un rancho humilde con una familia numerosa. A pesar de no comprenderlo debido a la barrera del idioma, lo recibieron con entusiasmo, como señal de buen porvenir, y lo colgaron en la entrada de su hogar.

Desgraciadamente en este país los grupos armados controlan varias comunidades, y esta no era la excepción. La señal de buen porvenir fue descifrada por un joven guerrillero como un mensaje osado de rebeldía por parte de estos revolucionarios clandestinos, que simulaban ser una familia, por lo que se procedió a la ejecución inmediata de todos sus miembros. Otra vez nuestro personaje se encuentra huérfano y a disposición del viento, que decide arbitrariamente su futuro.

Poco común fenómeno el que sucedió a continuación. El distraído vuelo del papel y el merodeo indeciso de un joven se cruzaron en una calle poco transcurrida, a altas horas de la madrugada, como si el tiempo y espacio hubieran estado complotados. ¿Se pondrán siempre de acuerdo para tomar decisiones? ¿O se dejan sorprender cada vez que se cruzan, infinitas veces por segundo? Inspirado (o drogado), en una calma soledad, y a la noche, cuando suceden las cosas importantes, leyó realmente el mensaje, o por lo menos creyó hacerlo. Inmediatamente lo reprodujo en una pared, y se fue corriendo, dejando la hoja escondida.

Aunque no lo parezca, este es un momento bisagra en la vida del protagonista del relato. Comenzó a dudar. ¿Era el quien estaba en esa pared? Nunca pudo respondérselo. Durante los incontables días que estuvo oculto decidió creer que lo pintado era una parte de si mismo, que todos los elogios serian extensivos a él y de esta forma acepto su situación. 

Mientras tanto, los artistas de vanguardia lo hicieron su mantra, ideal para quien quisiera ver más allá de la realidad, que estuviera dispuesto a destruir las murallas que dominaban su mente y poder abrirse al mundo. Confieso como narrador que hace rato le había soltado la mano a mi creación, ya en libertad podía transitar por donde quisiese y no encontraría ningún límite por mi parte, imposible hubiese sido controlarlo.

Predecible era que el mensaje escaparía de este pequeño nicho de personas para penetrar en toda conversación que pretendiera ser novedosa o interesante. Si quedaba alguna duda de su repercusión, incluso mi madre me hablo una vez de él. “A veces me sorprende la creatividad de ciertas personas, del poder que pueden tener las palabras en nosotros” me dijo, con un suspiro romántico. Yo mantuve el silencio.

Con su masificación, los artistas le perdieron el gusto, las palabras se habían perdido en un huracán que se lleva todo por delante, que las deforma, confunde y simplifica. Más pronto que tarde, comenzó el natural declive en su fama y popularidad, por lo que se volvió a encontrar solo, mareado tras la intensidad insólita y con una angustia comprensible tras la burbuja del éxito.

¿Existía por sí mismo o solo a través de otros que pudieran leerlo? Esto se preguntaba el papel, decididamente molesto por no encontrar ninguna respuesta que lo satisfaga. Se sentía en el medio del mar, naufrago de toda falsa seguridad que tuviera en el pasado. ¿Alguna vez fue capitán de un poderoso e imperial barco? ¿O simplemente fue una ilusión? ¿Existía el barco? ¿Existía el mar?

Su desesperación lo condujo al único sitio que le abrió las puertas, la casa de una mujer completamente aislada de la sociedad. De esta forma el mensaje entro en la mente de su anfitriona, un laberinto ridículo, un agujero negro hambriento de estímulos.  Inmerso en esta oscuridad, perdió noción de sí mismo, se confundía entre cavilaciones absurdas e incoherentes, entre recuerdos de recuerdos, entre eternos debates de fantasmas.

Hasta la muerte de su carcelaria debió convivir con el insoportable hostigamiento. Hace tiempo había perdido conciencia de la pesadilla en que se encontraba, por lo que continúo adormecido por algunos días. Se entregó nuevamente al viento, esperando suspenderse eternamente, incapaz de conectarse con la realidad.

Curiosa y extraña, o lógica y predecible, la elección del destino, que lo llevo a Buenos Aires, quizás el único lugar en el mundo que podía ser su hogar. Tal vez es el frenético ritmo de vida, la costumbre de convivir con lo inusual, las personas recluidas en sí mismas, o su sociabilidad extrema, que viene a ser lo mismo, pero lo seguro es que el papel se sentía a gusto allí, tranquilo, y sabiendo que podría descansar de los humanos por muchos años.

Por mi parte, después de haber narrado el extraordinario recorrido que tuvo mi creación, y a pesar del cariño que nos une, debo confesar que de encontrármelo en la calle no podría reconocerlo, me resultaría casi un extraño. ¿Eso cambia nuestra relación? Para nada diría yo, el vínculo con el pasado es el más fuerte e incorruptible de todos, el papel se encontrará inmaculado en mi memoria para siempre.

Comentarios

  1. Buenas, ¿cómo estás? Me tocó comentar tu blog, así que estuve leyendo algunas de tus publicaciones. Elegí comentarte este cuento en particular porque fue el que más me gustó. Y de verdad que me encantó. Además de tu forma de escribir, que es muy buena, el tópico que elegiste para desarrollar se me hizo muy interesante y fuera de lo común. Construiste la intriga desde el inicio y la alimentaste durante toda la historia, creando excelentes escenarios cruzados y frases buenísimas, contemplando la consigna de final abierto que me dejó mucha curiosidad por saber lo que contenía el papel. Tal vez lo único que falta es un título, hecho repetido en los demás cuentos, pero no sé si es a propósito o por algún motivo particular.
    Más allá de eso, tus notas de lectura también me gustaron. Quizás son escuetas, pero focalizan esencialmente los puntos centrales de las obras. Buenos análisis.
    Leí que recién ahora estás dedicándole tiempo a la escritura. Ojalá que lo adoptes como hábito, se nota que tenés una gran imaginación y te desempeñas super bien. Éxitos!!

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